Los teléfonos móviles: un riesgo para la educación
August 1, 2023
Por Azahara Palomeque
La UNESCO propone prohibir los ‘smartphones’ en las aulas, una medida que ya han adoptado uno de cada cuatro países del mundo. Varios estudios demuestran que la tecnología merma las habilidades cognitivas del alumnado y perjudica su salud mental.
Cuando la escritora y pensadora norteamericana bell hooks abogaba por la “educación como práctica de libertad” tras años dando clase en instituciones públicas y privadas, no podía imaginar que uno de los principales obstáculos a la hora de impulsar una pedagogía liberadora fuese la tecnología, específicamente los llamados teléfonos ‘inteligentes’. “El aula… sigue siendo un escenario de posibilidades” –afirmó en Enseñar a transgredir (Capitán Swing, 2021), publicado originalmente en 1994. Casi dos décadas más tarde, los ambientes educativos han visto mermado el aprendizaje del alumnado debido al uso de aparatos electrónicos conectados a internet.
Ahora, un nuevo informe de la UNESCO (la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) se muestra favorable a prohibir los smartphones en las escuelas con el objetivo de evitar distracciones y mejorar la calidad de la educación. Numerosos estudios respaldan esta medida, que ya han adoptado uno de cada cuatro países del mundo mediante distintas leyes o normativas, según dicho informe.
Menos concentración, peores resultados
Los teléfonos y, en particular, el uso de las redes sociales, disminuyen la capacidad de concentración y fomentan comportamientos adictivos en todas las franjas etarias, así que no es de extrañar que sus efectos sean aún más perniciosos entre los más jóvenes, que se encuentran en una etapa crucial de su formación. En el informe, la UNESCO advierte de las constantes interrupciones, los usos de la tecnología para fines no académicos, el impacto de estos aparatos incluso cuando están apagados, y cita varias investigaciones que ponen sobre la mesa la necesidad de proteger la privacidad de los estudiantes. «Prohibir la tecnología puede ser legítimo cuando la integración tecnológica no mejore el aprendizaje o si empeora el bienestar del estudiante», argumenta el informe, que destaca los riesgos de la tecnología para «la integridad física y mental… y la dignidad» de los más pequeños.
Además, también subraya las ventajas de la educación en persona sobre los métodos telemáticos: en Suiza, se demostró que los alumnos aprendían dos veces más rápido cuando las lecciones eran cara a cara, tanto en primaria como en secundaria. Otras conclusiones a las que llega el informe incluyen el riesgo que entraña depender de sistemas de Inteligencia Artificial como ChatGPT, que “puede reducir las capacidades cognitivas” de los estudiantes, entre ellas el pensamiento crítico, la creatividad, el razonamiento o la resolución de problemas, teniendo un impacto negativo asimismo en la motivación. Aunque se ha probado la utilidad de algunas herramientas digitales en el aprendizaje, si se encuentran integradas en el currículum –como ciertos juegos– o adaptadas a niños con discapacidad, en general, las advertencias son claras: la tecnología necesariamente no mejora los procesos pedagógicos; al contrario, puede perjudicarlos gravemente.»Hay poca evidencia sólida sobre el valor añadido de la tecnología digital en la educación» -asevera el informe, que advierte de que la mayoría de los estudios sobre los supuestos beneficios educativos de la tecnología provienen de empresas que tratan de vender sus productos digitales.
No deja de resultar paradójico que, lo que los magnates de Silicon Valley –responsables directos de la omnipresencia de teléfonos y apps adictivos– vienen haciendo durante años, es decir, llevar a sus hijos a colegios sin pantallas, ahora se esté extendiendo entre una comunidad internacional que, en muchos casos, apostó erróneamente por la tecnología como sinónimo de progreso educativo. Recientemente, Países Bajos anunció que sacaría los teléfonos, tablets y relojes inteligentes de las aulas en 2024. Se suma a la lista de naciones europeas, como Francia, Italia y Suecia, que ya han puesto en marcha restricciones. Este último país destinará más de 100 millones de euros a “acelerar la vuelta de los libros de texto a las escuelas”, según reporta Le Monde. Intentan así impedir una mengua en las habilidades intelectuales que la ciencia ya ha constatado.
Una investigación publicada en la revista Communication Education y realizada con varios grupos de estudiantes concluyó que quienes no usaron el teléfono móvil durante la asistencia a una conferencia apuntaron un 62% más de información, recordaron mejor los contenidos y obtuvieron una nota más alta en un examen posterior que los que sí utilizaron el móvil. Estos resultados son coherentes con lo hallado por un estudio de la London School of Economics: los educandos de colegios donde se habían prohibido los smartphones sacaban mejores calificaciones, y los beneficios se notaban más en jóvenes con dificultades, con lo que limitar las pantallas contribuía a reducir las desigualdades.
Una cuestión de salud mental
Un buen número de investigadores se ha preocupado también por documentar el daño que las redes sociales causan especialmente en los adolescentes, lo cual pasa factura en su rendimiento escolar. En concreto, varios constataron un incremento drástico en casos de depresión, ansiedad y sentimiento de soledad ocurridos de manera simultánea en distintos países occidentales alrededor del año 2010, cuando la prevalencia de los teléfonos y plataformas como Facebook ya era notable. Aunque los distintos expertos coinciden en afirmar que es complicado aislar un solo factor –las redes sociales– a la hora de trazar la causalidad de estas dolencias, admiten la influencia negativa en el deterioro de la salud mental, que en Estados Unidos ha supuesto más suicidios y problemas de sueño. En este sentido, uno de los estudios que más repercusión ha tenido fue el liderado por Alexey Makarin, investigador del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT). Makarin examinó la introducción de Facebook en las universidades norteamericanas y concluyó que, no sólo empeoraba la salud mental del alumnado y se registraban más casos de rendimiento académico disfuncional, sino que la plataforma causó que el 2% experimentara depresión clínica, lo cual se tradujo en 300.000 jóvenes afectados.
Aprender a partir de libros, cuadernos y pizarras, como millones de personas lo hicieron antes de la ubicuidad del móvil y el control prácticamente ilimitado que ejercen las grandes empresas tecnológicas sobre nuestro pensamiento, quizá se aproxime más a esa pedagogía de la libertad que ansiaba hooks, centrada en la relación estudiante-docente y privada de toda digitalización.
Fuente: